Reportaje: El saber de cada uno y la IA

En esta sección, desde algunas preguntas, un miembro de EFBA, abre algunas líneas de pensamiento, tomando como eje su investigación actual, hacia el intercambio con nuestro público.

 

1 ¿Qué incidencias escuchamos en nuestros pacientes de los desarrollos de la IA en su vida cotidiana?

Buenas, primero quisiera agradecer la invitación. La considero como una convocatoria al dialogo. La apuesta al lazo es una cuestión de orden ético, en el marco de una escuela de psicoanálisis.

Para enmarcar la conversación habría que situar que hace décadas la influencia del comportamiento humano sobre la tierra a llegado a niveles muy significativos.

Estamos ante un “salto de escala” a nivel global de los desarrollos tecnológicos. Hay una aceleración de lo técnico, postpandemia, a nivel mundial.

Hoy por hoy el desarrollo de la IA es política de estado en las potencias mundiales. Es importante establecer este contexto para situar alguna incidencia.

Si bien la repuesta podría tener varios sesgos, voy a elegir la palabra “Incidencia”. Creo que hay un consenso casi absoluto que hay incidencia de la IA en nuestras vidas. Negar esto, o mejor dicho negarse a esto, también tendría incidencias. Cuando hablamos de incidir, decimos que hay afectación, si hay afectación, hay alteración.

Incidencia: “Acontecimiento que sobreviene en el curso de un asunto o negocio y tiene con él alguna conexión”. (Diccionario real academia española).

Siguiendo esta línea podría decir según mi experiencia en el consultorio, que la conexión de los pacientes con la IA es casi total.

La gran mayoría ha dicho que la conoce y ha tenido contacto con la herramienta.

Ya sea por curiosidad, para trabajar o para estudiar, se han acercado al “Chat GPT”. Al principio hay asombro, luego los pacientes cuentan experiencias muy variadas.

Los aportes que la IA puede realizar a nuestra cotidianeidad son incalculables.

Estas máquinas que superan la capacidad de pensar del hombre, el cual es más lento e imperfecto, se ofrecen como un espacio en donde “hay todo saber”, se crea la ilusión de un lugar donde se encontrarán todas las respuestas. Esta nueva forma de “SABIOS digitales” producen esta ilusión de adecuación entre lo buscado y lo encontrado.

El riesgo de esta universalización del saber, es dejar sin lugar al no saber, aplanar la subjetividad. Ésta, es condición de lo singular, del deseo, de lo humano.

 

2 ¿A partir de la IA y el avance de las nuevas tecnologías desarrolladas gracias a la ciencia, parece surgir la ilusión de una mayor libertad, como pensas la relación de la ilusión y lo “artificial” presente en la “inteligencia”?

La pregunta supone una especie de triquiñuela interesante que trataré de despejar. ¿Decir inteligencia artificial, es lo mismo que decir lo artificial de la inteligencia? En principio diría que no. Lo artificial queda como sustantivo de la frase y la inteligencia como un complemento, de ese sustantivo. Distinto es decir la inteligencia artificial, donde artificial es un adjetivo, atributo de la inteligencia.

En nuestro campo de práctica, el psicoanálisis, Freud le dio un valor central a lo artificial. Nombro a las neurosis de transferencia, como neurosis artificiales. Aquí lo artificial remite a la transferencia. Concepto fundamental para nuestra práctica. A diferencia del campo de la medicina, el psicoanálisis tiene en cuenta la transferencia para pensar el caso. Por ejemplo, un psicoanalista a diferencia de un psiquiatra lee, opera, con los síntomas de un paciente en transferencia. La transferencia es parte del caso. Distinto del campo de la psiquiatra en donde se escucha signos y se diagnostica.

Vivimos en un mundo de “datos” en donde este lenguaje de códigos, combinaciones, redes neuronales y su cuasi infinita capacidad para procesar información, que superan ampliamente a la capacidad del humano, producen la ilusión de recubrir una vasta cantidad de demandas.  Existiría un lugar donde lo que no se puede, o no se sabe, encontraría respuestas. Sumado a que los desarrollos de la tecnología, propiamente de la IA, como puede ser el chatgpt hoy en día, tienden a IMITAR rasgos cognitivos de los humanos, esto agregaría condimento a la ilusión.

Ahora bien, estas herramientas creadas por los desarrollos de la tecnología, ¿que dejan por fuera?

Dejarán por fuera lo “impredecible”, condición de producción de verdad. Verdad medio dicha y estructurada como ficción. Esta verdad, la que pertenece a nuestra práctica, difiere de la verdad formalizada que nos propone la ciencia. Podrán dar una respuesta correcta, con aciertos, u errores, podrán decirnos que saben lo que les preguntamos, ahora lo que no podrá alcanzar cualquier variante de IA será ese rasgo distintivo de lo humano, un sujeto hablante, estar inmerso en el universo del lenguaje. Este rasgo estructurante de lo humano, le permitirá producir sustituciones, errancias, agujeros. Agujeros que van a traer nuevos elementos que posibilitaran saltos, cambios en el discurso. Este rasgo, patrimonio exclusivo del viviente, es lo que no se puede perder de vista al momento de relacionarse con la IA.

Sostener el desencuentro, inherente a cualquier relación humana, soportar que esa ilusión de todo saber será desilusionada, será ahí, por esa hendija que pasará la estela de nuestra libertad.

Desde el Centro Cultural: “2001, el canto de las sirenas de Inteligencia Artificial”

Sección donde un miembro de EFBA causado por el arte, recomienda y brinda una lectura sobre obras de teatro, muestras de artistas plásticos, películas, literatura y poesía que puedan ser relevantes para la comunidad.

En abril de 1968, en plena carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se estrena el film “2001: odisea del espacio”, dirigido por Stanley Kubrick.

El argumento, segmentado temporal y espacialmente, comienza con un grupo de homínidos en disputa con otra manada por el control del agua de un charco. La aparición de un monolito negro, supuesta Inteligencia Artificial Extraterrestre, hace que el grupo evolucione y convierta los huesos en herramientas. Usando uno como arma, matan al líder de la manada rival, y se apropian del agua.

El homínido vencedor lanza ese hueso al aire que, al ascender, se convierte en un transbordador de 1999, donde viaja el Dr. Floyd desde la Tierra hasta la luna, haciendo escala en una estación espacial.

La extracción minera descubrió un monolito negro enterrado en un cráter, durante un análisis magnético de la superficie lunar. Es la primera prueba real de existencia de vida extraterrestre. Y cuando lo desentierran, emite una señal hacia Júpiter, ensordecedora.

En 2001, la nave espacial Discovery One es enviada a Júpiter. A bordo viajan los astronautas Bowman y Poole, junto con tres científicos en hibernación y la Inteligencia Artificial HAL 9000, que comanda la nave.

Durante la travesía, HAL anuncia un fallo en una unidad de comunicaciones. Bowman y Poole descubren que la computadora está mintiendo y deciden desconectarla. HAL, advertida, mata a Poole y a los científicos en hibernación. Pero Bowman sobrevive y consigue entrar a la sala de memoria. Mientras deshabilita las funciones, HAL suplica no ser desconectada. Al apagarse, se activa una videograbación del Dr. Floyd develando que el objetivo de la misión era investigar el monolito como Inteligencia Artificial Extraterrestre.

Bowman llega a destino y sale del Discovery en un pequeño módulo para investigar el monolito que orbita Júpiter. Entonces es arrastrado a gran velocidad por paisajes de colores brillantes, con alto contraste y estética psicodélica.

Finalmente, Bowman se encuentra en el interior de una habitación donde envejece rápidamente. En su lecho de muerte reaparece un monolito frente a él. Al tocarlo con un dedo lo hace evolucionar en un feto gigante que, dentro de una esfera transparente, flota en el espacio.

La narración de “2001…” se aparta de los cánones tradicionales. Es fragmentaria y de ritmo pausado. Recién aparece el suspenso en el minuto ’30, con el descubrimiento del monolito en la luna. Y no reaparecerá hasta el fallo de HAL.

Tiene pocos diálogos y muchos silencios. Tiende a usar música para expresar estados de ánimo, destacándose el poema sinfónico de Richard Strauss “Así habló Zaratustra”, referido a la sustitución de la humanidad por superhombres; y el vals “El Danubio azul” de Johann Strauss hijo, usado durante el movimiento giratorio de los satélites.

Salvo la escena psicodélica llegando a Júpiter, generada por computadora y basada en el arte contracultural de los ’60, que simulaba efectos alucinógenos, la luz es mayoritariamente neutra, con predominio del color blanco, para suscitar sensación de lejanía.

El guion es una adaptación del cuento “El centinela” de Arthur Clarke quien, junto a Kubrick, participó de la escritura. Fue la primera película de Ciencia Ficción de alto presupuesto. Y también la primera en tratar el tema de la Inteligencia Artificial, donde la humanidad evoluciona con la tecnología, especialmente, la de origen alienígena.

Intentando máximo realismo, Kubrick entrevistó a técnicos de la NASA para diseñar las naves y utilizar de modo inaugural el universo como escenario; se asesoró sobre vida extraterrestre con Carl Sagan y contrató a Irving J. Good, colaborador del matemático Alan Turing, quien en 1950 sustituyó la pregunta de si es posible que una máquina piense, por la de si es capaz de demostrar comportamiento inteligente.

Aquí cabe aclarar que, la Inteligencia Artificial, es centralmente ilusión de inteligencia. Podrá detectar rápidamente tendencias y patrones en enormes cantidades de información, pero los contenidos de sus veloces respuestas estarán determinados por los datos proporcionados. Incluso, en las actuales aplicaciones de procesos de creación de contenidos, la creación no está por fuera de los algoritmos incorporados.

Pero la velocidad de procesamiento, propicia la ilusión de pensamiento autónomo y actualiza la fantasía del Demiurgo que crea a su imagen y semejanza. Luego, la fascinación especular pronto se transforma en amenaza. La máquina independizada se convierte en tirana y cruel.

El tema del reflejo de sí que se vuelve malvado, es abordado en la literatura fantástica del siglo XIX en la cuestión del doble. Y es el recurso puesto en juego con HAL.

Podría interpretarse que HAL falla porque el control de la misión suministró dos órdenes incompatibles: procesar información sin ocultamiento y, a la vez, ocultar el objetivo de investigar el monolito hasta llegar a Júpiter.

Pero en este nuevo viaje de regreso a la Ítaca del Espacio que es el monolito, Ulises Kubrick es seducido por el canto de las sirenas de Inteligencia Artificial, que se independizan, se rebelan y se vuelven contra su creador.

De este modo, anticipa lo que vendrá, en tanto el film realiza la principal fantasía que actualmente generan los avances tecnológicos contemporáneos.

Aires de época: “El saber de cada uno y la IA”

Sección dedicada a las reflexiones en torno a la subjetividad de la época y sus debates actuales, tendiendo puentes hacia nuestros lectores.

Los avances científicos y tecnológicos a veces nos entusiasman, pero por momentos nos asustan. El progreso que significaron en la historia de la humanidad es inconmensurable. ¿Podemos detenernos a interrogar sus efectos nocivos, o estos son sólo consecuencia del uso que el humano hace de ellos?

Los nuevos recursos siempre fueron usados para bien y para mal. Nuestro maestro Freud ya se asombraba cuando decía que el ser humano puede dominar muchos fenómenos de la naturaleza construyendo diques y puentes, por ejemplo, pero no puede dominar el odio y el deseo de poder de un hombre sobre otro; y si cuenta con recursos para hacerlo, más aún.
Hasta la invención de la calculadora, otros inventos no lograban superar la velocidad de pensamiento del humano. Resolvieron muchas cuestiones relativas a la movilidad, la comunicación, la producción, la salud, la educación, pero nunca pensaban más, ni más rápido que el ser humano. Cada uno de estos avances tecnológicos significaron una revolución que trajo progresos y nuevos riesgos.

Detengámonos en el saber de cada uno y la IA.

La inteligencia artificial (IA) cautiva y, a la vez, perturba la imaginación del ser humano. Esto se debe a las capacidades sin precedentes con la que cuenta para realizar tareas complejas con una velocidad y precisión que superan con creces la capacidad humana, pero a la vez genera serios dilemas y sesgos éticos. Al tiempo que fascina, horroriza, por lo que es directamente proporcional la fascinación que encierra, que los riesgos que anuncia. Una paradoja como otras de aparente fácil respuesta, se trata de usarla evitando al máximo sus riesgos, pero no es tan sencillo.

A raíz de su enfoque puramente estadístico, la IA carece de la profundidad y la capacidad de comprender el contexto del modo que lo hacen los humanos, pero tiene la capacidad de que sus efectos se extiendan exponencialmente en poblaciones jóvenes que confían en su saber más que en el de los humanos. Sus diversos softwares permiten, tanto imaginar aplicaciones útiles y productivas como usos perversos. Pero no nos alcanza con decir que son las intenciones de los usuarios, más que alguna cualidad del programa en sí, lo que hace la diferencia.

Conectada a Internet o integrada a una herramienta de búsqueda, la IA puede producir contenidos que parecen creíbles, fake news, que generan desinformación o información falsa, inventando eventos que nunca ocurrieron, todo lo cual conduce a la manipulación. También puede generar contenido malicioso, incluyendo deepfakes, es decir, medios visuales y auditivos que imitan a humanos reales, creando la sensación de que son genuinos, cuando en realidad contienen mensajes mal intencionados. Se generan además sitios en los que niños y jóvenes participan, que los afecta peligrosamente y les produce riesgosas consecuencias, como hemos visto en la tan divulgada serie de Netflix, “Adolescencia”.

La participación y visita masiva a esos “lugares” es engañosa. Mientras los padres creen que el niño o el joven está pasivamente en su dormitorio “jugando” con su PC, ellos en cambio están asistiendo activamente a espacios que, no por parecer virtuales, dejan de tener consecuencias reales por la interacción compartida con otros en el lazo social, que alterna lo virtual y lo real, cuando lo virtual deja de serlo para pasar al acto en el encuentro real, por ejemplo, al día siguiente en la escuela o en el bar.

La confianza que genera, porque se ocupa de fundar afinidad de intereses, grupos de pertenencia, lugares de recreación y diversión que se multiplican en la oferta, intensifican también el acoso, la pedofilia, la exclusión grupal, el bullying escolar y sexual, etc.

A raíz de su capacidad para parecer afirmativa e imitar el lenguaje humano, genera una confianza a un saber casi sin límites, que obnubila la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso que se suma a los malentendidos del lenguaje y así se presta a la manipulación de alguien que calcula la intimidación o el fraude.

El excesivo uso de plataformas en línea, combinadas con el rol filtrante de los algoritmos, acarrea una nueva adicción a las redes, que ya está produciendo nuevos síntomas. Suelo llamar “enter” a aquellos síntomas con expectativas de inmediatez que hoy escuchamos respecto a cualquier proyecto que implique tiempos de espera, tiempos de realización de una tarea, tiempos de construcción de proyectos. Estemos advertidos que es el humano en su soberbia el que quiere construir una humanidad que pueda controlar sin resto, sin margen de error, sin tiempos de espera, sin conflictos, sin muerte. Si eso se lograra ya no seríamos más humanos y no será el psicoanálisis lo peor que se pierda, sino la condición humana, con lo bueno y malo que porta: seremos robots.

Para concluir, solo resta estar advertidos respecto a la paradoja que anticipamos: usar los nuevos inventos para facilitarnos la vida no debe implicar perdernos en la esclavitud a ellos, ni distraernos frente a la posibilidad de ser engañados. En estos tiempos en los que vivimos, para quienes estemos advertidos que el Otro no lo sabe todo, será más fácil discernir, aunque no siempre los diversos disfraces del diablo ,por parafrasear a Cazzotte[1]. Analizarnos nos deja advertidos de lo propio y aunque no es vacuna para lo ajeno, nos predispone a cuidarnos mejor de la ilusión que nos hacemos en tanto neuróticos, que el Otro sabe.

[1] Cazzotte “El diablo enamorado”