En esta sección, desde algunas preguntas, un miembro de EFBA, abre algunas líneas de pensamiento, tomando como eje su investigación actual, hacia el intercambio con nuestro público.
- ¿A partir de qué se define lo sexual y el lazo que implica?
La sexualidad humana no se rige por la naturaleza ni por el instinto, sino que está moldeada por el lenguaje y la cultura en la que vivimos. Para comprender lo sexual, es crucial distinguir entre sexo, género y sexuación. El sexo se refiere a las diferencias biológicas, como los cromosomas, la anatomía y las hormonas. Nacemos con un sexo determinado, y cada sociedad interpreta esas diferencias biológicas para crear lo que conocemos como género, que es un conjunto de roles y expectativas asociados, por ejemplo, a ser hombre o mujer. Así es como surgen las identidades de género, que varían según la cultura y la época.
El psicoanálisis sostiene que la sexualidad humana no es instintiva como en el resto de los animales. Ser hombre o mujer, así como la orientación sexual, depende de cómo se forman nuestras identificaciones durante la infancia y adolescencia, por eso decimos que son construcciones que no están determinadas por la biología.
La identidad de género, es decir, cómo alguien llega a decir «Yo soy así», está profundamente influenciada por cómo fue nombrado, mirado y deseado en su entorno familiar y social. Es el resultado de cómo las personas significativas en su vida lo reconocieron y le asignaron un lugar.
Para el psicoanálisis, esto cuestiona la idea de la autopercepción, ya que es a través de los otros que se forma inicialmente nuestra identidad. Actualmente, hablamos de diversidades sexuales que incluyen una amplia gama de identidades y expresiones más allá de las categorías tradicionales, lo que demuestra que la heteronormatividad y el binarismo de género no son realidades universales, sino construcciones sociales, ya que los terceros géneros hay existido en muchas sociedades.
Lacan sugiere que la diferencia sexual no se define únicamente por la biología o el género. En cambio, depende de la sexuación, que se relaciona con cómo cada sujeto se posiciona, más allá de lo biológico y de la identidad que sostenga; implica la subjetivación del sexo, trascendiendo lo transmitido, y las orientaciones sexuales, que pueden variar a lo largo de la vida. No define una identidad sexual, sino que se trata de un modo de gozar. Diría que no se trata de algo que se es sino de un modo de estar en una posición.
- ¿En tu práctica de los últimos años encontraste efectos en las presentaciones que llegan actualmente a tu clínica, ligados a los cambios introducidos por nuevas leyes? ¿Considerás que es algo que un psicoanalista debe estar disponible a incluir en su escucha?
Los cambios culturales y legales de los últimos años han impactado significativamente en cómo se presentan las consultas en nuestra clínica. El concepto de «familia nuclear» —una pareja heterosexual monogámica con hijos biológicos— que fue considerado el modelo de normalidad durante siglos, ya no es el único ni el principal en nuestra sociedad. Las nuevas leyes que reconocen el matrimonio y la parentalidad en familias homoparentales, monoparentales y pluriparentales han dado legitimidad a situaciones que ya existían y han promovido otros modelos de familia.
Además, los avances científicos han revolucionado las formas de concebir y gestar. La reproducción ya no depende exclusivamente del acto sexual; con los dos cromosomas sexuales necesarios, es posible crear vida. Las mujeres (XX), por ejemplo, ahora pueden congelar sus óvulos para preservar su fertilidad y elegir cuándo ser madres, y los hombres (XY) pueden procrear a partir de la subrogación de vientre, lo que ha llevado a la creación de nuevas leyes sobre filiación.
Por otro lado, la Ley de Identidad de Género permite que desde la infancia se pueda cambiar el género asignado y elegir un nuevo nombre. Los cromosomas sexuales no se pueden cambiar, pero la anatomía puede modificarse parcialmente. Los desarrollos en medicina, como las cirugías y tratamientos hormonales para la modificación de caracteres sexuales secundarios, junto con los avances en la fertilización asistida, la ley de matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, la propuesta de la “crianza respetuosa”, las modificaciones en nuestra lengua con la propuesta del lenguaje inclusivo y la implementación de la E.S.I, produjeron nuevos escenarios que se reflejan en nuestra clínica.
En este contexto, el psicoanálisis debe estar atento a los cambios en la subjetividad de nuestra época. Los significantes de nuestro tiempo se manifiestan en nuevos síntomas, padecimientos e identidades.
Los seres hablantes le damos existencia a las cosas, creamos realidades, y luego somos efectos de esas realidades. Los discursos sobre el género crean categorías y normas que posteriormente regulan las identidades de género. Por ejemplo, cuando hablamos de trans en la infancia, no solo reconocemos su existencia, sino que también ayudamos a crearla. El binarismo de género y la cultura heterosexual están siendo cuestionados por distintos movimientos, lo que se refleja en adolescentes que no desean ser encasillados en categorías tradicionales y buscan nuevas formas de nombrarse.
El movimiento lacaniano debe acompañar las transformaciones culturares, tomando en cuenta que cada síntoma o padecimiento es singular. Nuestra tarea como analistas es la de escuchar y abordar cada caso, sin prejuicios y considerando la subjetividad. Es por eso que nuestra escucha, lejos de proponer una norma para todos, apunta a pesquisar el deseo en juego en cada analizante, propiciando su despliegue.
Mariela Weskamp
@marielaweskamp
marielaweskamp.com