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Aires de época: “El saber de cada uno y la IA”

Sección dedicada a las reflexiones en torno a la subjetividad de la época y sus debates actuales, tendiendo puentes hacia nuestros lectores.

Los avances científicos y tecnológicos a veces nos entusiasman, pero por momentos nos asustan. El progreso que significaron en la historia de la humanidad es inconmensurable. ¿Podemos detenernos a interrogar sus efectos nocivos, o estos son sólo consecuencia del uso que el humano hace de ellos?

Los nuevos recursos siempre fueron usados para bien y para mal. Nuestro maestro Freud ya se asombraba cuando decía que el ser humano puede dominar muchos fenómenos de la naturaleza construyendo diques y puentes, por ejemplo, pero no puede dominar el odio y el deseo de poder de un hombre sobre otro; y si cuenta con recursos para hacerlo, más aún.
Hasta la invención de la calculadora, otros inventos no lograban superar la velocidad de pensamiento del humano. Resolvieron muchas cuestiones relativas a la movilidad, la comunicación, la producción, la salud, la educación, pero nunca pensaban más, ni más rápido que el ser humano. Cada uno de estos avances tecnológicos significaron una revolución que trajo progresos y nuevos riesgos.

Detengámonos en el saber de cada uno y la IA.

La inteligencia artificial (IA) cautiva y, a la vez, perturba la imaginación del ser humano. Esto se debe a las capacidades sin precedentes con la que cuenta para realizar tareas complejas con una velocidad y precisión que superan con creces la capacidad humana, pero a la vez genera serios dilemas y sesgos éticos. Al tiempo que fascina, horroriza, por lo que es directamente proporcional la fascinación que encierra, que los riesgos que anuncia. Una paradoja como otras de aparente fácil respuesta, se trata de usarla evitando al máximo sus riesgos, pero no es tan sencillo.

A raíz de su enfoque puramente estadístico, la IA carece de la profundidad y la capacidad de comprender el contexto del modo que lo hacen los humanos, pero tiene la capacidad de que sus efectos se extiendan exponencialmente en poblaciones jóvenes que confían en su saber más que en el de los humanos. Sus diversos softwares permiten, tanto imaginar aplicaciones útiles y productivas como usos perversos. Pero no nos alcanza con decir que son las intenciones de los usuarios, más que alguna cualidad del programa en sí, lo que hace la diferencia.

Conectada a Internet o integrada a una herramienta de búsqueda, la IA puede producir contenidos que parecen creíbles, fake news, que generan desinformación o información falsa, inventando eventos que nunca ocurrieron, todo lo cual conduce a la manipulación. También puede generar contenido malicioso, incluyendo deepfakes, es decir, medios visuales y auditivos que imitan a humanos reales, creando la sensación de que son genuinos, cuando en realidad contienen mensajes mal intencionados. Se generan además sitios en los que niños y jóvenes participan, que los afecta peligrosamente y les produce riesgosas consecuencias, como hemos visto en la tan divulgada serie de Netflix, “Adolescencia”.

La participación y visita masiva a esos “lugares” es engañosa. Mientras los padres creen que el niño o el joven está pasivamente en su dormitorio “jugando” con su PC, ellos en cambio están asistiendo activamente a espacios que, no por parecer virtuales, dejan de tener consecuencias reales por la interacción compartida con otros en el lazo social, que alterna lo virtual y lo real, cuando lo virtual deja de serlo para pasar al acto en el encuentro real, por ejemplo, al día siguiente en la escuela o en el bar.

La confianza que genera, porque se ocupa de fundar afinidad de intereses, grupos de pertenencia, lugares de recreación y diversión que se multiplican en la oferta, intensifican también el acoso, la pedofilia, la exclusión grupal, el bullying escolar y sexual, etc.

A raíz de su capacidad para parecer afirmativa e imitar el lenguaje humano, genera una confianza a un saber casi sin límites, que obnubila la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso que se suma a los malentendidos del lenguaje y así se presta a la manipulación de alguien que calcula la intimidación o el fraude.

El excesivo uso de plataformas en línea, combinadas con el rol filtrante de los algoritmos, acarrea una nueva adicción a las redes, que ya está produciendo nuevos síntomas. Suelo llamar “enter” a aquellos síntomas con expectativas de inmediatez que hoy escuchamos respecto a cualquier proyecto que implique tiempos de espera, tiempos de realización de una tarea, tiempos de construcción de proyectos. Estemos advertidos que es el humano en su soberbia el que quiere construir una humanidad que pueda controlar sin resto, sin margen de error, sin tiempos de espera, sin conflictos, sin muerte. Si eso se lograra ya no seríamos más humanos y no será el psicoanálisis lo peor que se pierda, sino la condición humana, con lo bueno y malo que porta: seremos robots.

Para concluir, solo resta estar advertidos respecto a la paradoja que anticipamos: usar los nuevos inventos para facilitarnos la vida no debe implicar perdernos en la esclavitud a ellos, ni distraernos frente a la posibilidad de ser engañados. En estos tiempos en los que vivimos, para quienes estemos advertidos que el Otro no lo sabe todo, será más fácil discernir, aunque no siempre los diversos disfraces del diablo ,por parafrasear a Cazzotte[1]. Analizarnos nos deja advertidos de lo propio y aunque no es vacuna para lo ajeno, nos predispone a cuidarnos mejor de la ilusión que nos hacemos en tanto neuróticos, que el Otro sabe.

[1] Cazzotte “El diablo enamorado”

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